miércoles, 26 de agosto de 2009

Objetos Arcanos


Mephistón, bibliotecario jefe del capitulo de los Ángeles Sangrientos, había comandado su tropa hasta la colmena de Urnet, en el planeta Gantadd. Los recientes informes habían dado a conocer que unos fragmentos de unos antiguos y poderosos objetos, de la época oscura de la tecnología, donde la humanidad había sufrido los estragos de su propia vanidad jugando a ser dioses, habían sido desenterrados en unas excavaciones próximas a la colmena.

En sus sueños Mephistón vislumbro su propia muerte si acudía a esa batalla, conocería su segundo fin, pues ya había muerto una vez, y había vuelto de la muerte para luchar una vez más, pero eso no amilano su determinación de acudir a reclamar esos objetos para su capitulo.

Para llevar a cabo esta empresa, eligió solo a los mejores. Marines espaciales veteranos, de múltiples batallas e incluso llevo consigo cinco de las veneradas armaduras de exterminador.
Sabia que no iba a ser una batalla sencilla, puesto que otra compañía de marines, los Caballeros de Hierro, también ambicionaban los objetos, y un batallón de la guardia imperial, el 307 de Kreig, querría reclamar los objetos para si, con el fin de destruirlos en nombre del emperador. Esos ilusos no sabían lo que tenían entre manos siquiera.

- Avanzad sobre la localización de los objetos, y defendedla con vuestras vidas – Fue la orden que resonó en los comunicadores de todos los marines de los Ángeles Sangrientos que habían acudido a la batalla.

El error de Mephistón, fue no recordar, que sus hermanos no habían superado las sed de sangre, la maldición de su capitulo, como él. Y avanzarían sobre el enemigo sin tan siquiera temer por sus vidas.

- Avistada una cañonera vendetta, utilizad el lanzamisiles – fue la orden del sargento del equipo de exterminadores.
Los dos misiles perforantes salieron disparados del lanzamisiles ciclón del hermano Arten.
Uno impacto en el fuselaje sin causar daño alguno, pero el segundo, atravesó el blindaje y llego hasta los motores de la nave, causando una explosión descomunal, que se llevo consigo a varios de los guardias imperiales veteranos del batallón.

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- ¡Han destrozado la cañonera Taurus, Señor! – informó el artillero del Leman Russ.
El tanque descansaba a cubierto detrás de las ruinas de un edificio cercano.
- ¡Malditos! Esos marines espaciales están matando a los nuestros, siempre dije que no eran de fiar – dijo el capitán del Victoria, un avezado comandante de carro, algo joven para su puesto, pero que por meritos de guerra había llegado hasta su cargo
- Alférez avance hasta una posición de tiro, y abra fuego con todo contra esos malditos traidores -

Los motores del tanque resonaron con un ruido ronco, como una bestia que despierta de un letargo demasiado largo, y sus orugas destrozaron todo cuando había a su paso, hasta que, por la escotilla de disparo, en la lejanía eran capaces de ver a los traidores que habían derribado una de sus naves.

- ¡Fuego!
Toda la potencia de disparo de la monstruosidad blindada cayo sobre la escuadra de exterminadores, que demasiado confiados en la protección de sus armaduras tácticas dreadnought, no habían siquiera osado ponerse a cubierto.

Un impacto del cañón de batalla, el cañón por excelencia de la guardia imperial, dio de pleno sobre los traidores, pero solo consiguió arañar sus poderosas armaduras.

Pero el Victoria aun tenía un as en la manga, los cañones de plasma que llevaba el tanque en sus barquillas. Cuando estas armas dispararon sobre la escuadra, una estela azulada recorrió el campo de batalla, llegando hasta su objetivo y explotando en una esfera de muerte y destrucción. Cuando se desvaneció el destello, solo quedaba en el suelo un exterminador, muerto. El resto ni siquiera habían dejado algo con lo que poder reconocer sus cadáveres.

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